POEMAS DE JORGE MERETTA

De “POSTALES Y CEREMONIAS”


*

Señales sobre la tierra, nombres grabados en piedra, piedras grabadas en mar, mar devuelto a la piedra: las palabras nos miran.

Las palabras me vigilan como manchas de humedad. Y cada vez que las miro soy lo que leo y fui lo que dicen.


*


El pincel corta la tela, el negro cierra
el cielo. El horizonte late.
Una sílaba ardiendo busca el rojo
para apoyarse en unos labios y decirse.
Crece el trazo.
Una estrella acaricia el seno de una negra
desde 1938. Ella gime.

Y Miró tiembla.


*

Furiosamente quemado por salitre,
despeñado donde el silencio es eco
un pez boga en su ojo: un pez
se ahoja por dar vuelta ola tras ola
y leer la espuma
donde la eternidad escribe y borra a ciegas.


*

Regalos. Sobre una mesa crecen
cintas doradas, tarjetas de algodón.

Los niños envejecen jugando con los muertos.

Una copa volcada, un árbol de papel
y una estrella de carbón quemado
anuncian navidades. Y brindamos.


*


De “EL CASCO Y LA ESPADA”


VELORIO

Hemos dejado al muerto
último en la fila
de un invierno. Llueve
y tiene suerte:
un muerto
nada tiene que perder
en el velorio de un paraguas
llorándose la lluvia para adentro.


*


PIROMANÍA

A Lisette Clavelo

Para incendiar un bosque toda llama requiere de un ángel sin control, probabilidad de límite y honradez de materia. Un ángel sin sombra, sin vejez o futuro solo reparte nubes. Pero el que devora el tórax de la madera agitando una túnica de resina y hojas y esparce las cenizas en un círculo de fuego, da siempre luz al Padre.

En el centro del bosque me calcino. Candelabros de palo, los árboles celebran.


*


De “RITUAL DE LA PALABRA”


I

Todo nos mira a un paso de su sombra,
al borde del abismo de no ser,
del no caerse,
donde el día se pudre
como una mariposa.

Sólo el ojo se adelanta al hilván
del párpado
por descoser del mundo
las cosas hilvanadas por el ojo de un dios.


*


IX

Todo se vuelve su señal,
su riel de auxilio,
remolino sin agua,
guiño de futuro,
hasta llegar a su lugar vacío.

Hay distancias que sólo
pueden medirse muerto.


*


XXVI

Empiezo donde nada
se ocupa por juntarme,
arrodillado de hombros
como en un cielo con lluvia.

Empezar por la lluvia
es un buen comienzo
para acabar de cielo.


De “EL CAZADOR DE LLUVIAS”


el tiempo
se deviene en su reloj de polvo
agujas enloquecidas que no atinan
al número
igual
que esa muchacha que ha dejado su sombra
tendida
sobre la tierra para arropar al mundo

deletrea
en un charco de pájaros
sílabas de lluvia

y es
la suerte de un cuerpo repartido en gotas
que nadie junta


*

abstracción de los pares simulación del uno
es posible
perderse en un bosque sin encontrar salida

sobrante
del enigma de una huella sin huellas

pero
está allí de pies sin pies
en el cielo de la transparencia

confusión
del azar por la certeza de una sola sombra


*

es que hay una casa enmarañada en el bosque
simulacro de cubo burbuja del vacío
con un perro en la puerta

alguien entra
en puntas de pie para no forzar más huellas

entra
quiere salir
con un hocico husmeando la presa

se busca
sin más recompensa que el deseo


OTROS POEMAS

DECIR


Sé que envejeceré de escuchar palabras viejas,

de fuentes desvencijadas,

de plazas que navegan en la lluvia,

pero

es que debo decir, decir, decir,

hasta hacer de mi voz una palabra sola.



LEJOS DE LOS NOMBRES



Siempre he odiado los nombres

porque me es fácil olvidarlos;

por eso prefiero una sonrisa fuera de borda,

unas rodillas, una mano

extendida como un cable a tierra,

una calle vacía con una puerta entreabierta

o unos zapatos viejos que se nieguen a andar

cuando duermo devorándome la memoria

como a un pan recién horneado.